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Jes Jiménez | Babilonia

En la entrega anterior vimos algunos ejemplos de cómo se ha representado Europa en la Grecia clásica y en la Edad Media. Todos los ejemplos que allí se mencionaban eran de origen “europeo”, es decir, se concibieron y realizaron en territorios incluidos en esa realidad más cultural que puramente geográfica a la que denominamos "Europa".


En ellos se puede comprobar cómo se visibilizaba el concepto de Europa y, de una manera bastante secundaria, su situación física respecto a otros lugares y a otras sociedades. Pero ¿cómo veían el mundo los “otros”, es decir, aquellos que vivían en sociedades no europeas?

Uno de los mapas más antiguos conservados en su forma original es el incluido en una placa de arcilla de Babilonia. Está datada en el siglo VI antes de nuestra era (a.n.e.), aunque su contenido es una copia de un documento anterior que podría remontarse, como muy pronto, al siglo IX a.n.e. Así que la fecha en la que se grabó esta tablilla es muy próxima a la del mapa de Hecateo de Mileto que ya vimos.


En la foto aquí reproducida podemos ver una parte superior con inscripciones que contienen un texto grabado en escritura cuneiforme e idioma acadio. Debajo podemos ver un anillo circular que aparece con la inscripción de “Rio amargo”. En el interior del círculo están marcados el rio Éufrates, Babilonia y otras ciudades de su entorno.

Fuera de ese anillo están representadas ocho regiones externas (nagu) en forma triangular. No se ven ocho, pero en la parte posterior (visible en el dibujo adjunto) aparecen más inscripciones que así lo sugieren aunque, según algunas interpretaciones, podrían ser siete en vez de ocho.


Hay varias semejanzas con los mapas europeos que ya vimos en la entrega anterior. La más destacada es la forma circular de representar el mundo; el anillo circular del “Rio amargo” es semejante al anillo representando al océano exterior que vimos en el mapa de Hecateo y en los mapas medievales de “T en O”. Otra similitud es la articulación del espacio en torno a grandes superficies de agua: mar Mediterráneo en los mapas europeos; rio Éufrates en el mapa de Babilonia.


Y la más importante de las similitudes es el carácter decididamente simbólico de este tipo de mapas. Simbolismo que caracteriza a los mapas más antiguos de los que se tiene noticia, probablemente por considerar este tipo de representación la más adecuada a un grado de realidad superior, mucho más importante que la exactitud en las distancias físicas o en el relieve de las costas.

Al espacio vivido se une, de manera indisoluble, el espacio imaginado y el conjunto no puede limitarse a un espacio medido geométricamente de forma precisa. Y desde este punto de vista, el círculo marca el interior de los espacios conocidos y lo exterior es lo “diferente” o lo profundamente desconocido.

Siento curiosidad por saber si en este antiguo mapa hay alguna referencia, alguna huella, sobre la realidad europea y decido averiguar algo más sobre su contenido. Pienso que, en todo caso, cualquier indicio de la realidad europea estará en las regiones externas (nagu) de forma triangular. Por cierto, que ya vimos en la entrega anterior cómo se utilizaba la forma triangular para delimitar entidades geográficas distintas en el mapa del Códice de Fernando I y Sancha del año 1047.


La placa de arcilla de la que hablamos está depositada en el British Museum y en la ficha de su descripción podemos encontrar valiosa información. En el mapa solo se puede distinguir una frase en una nagu: “Gran Muro//6 beru (unidad babilónica de tiempo y medida lineal) // donde el Sol no se ve”.

Pero en los comentarios escritos en la parte superior del mapa se hace una enumeración de habitantes de esas regiones de “Más allá” y aparecen reyes (Sargón y Nur-Dagan), dioses (Marduk y Anzu), monstruos relacionados con el relato épico de la creación y algunos animales (leopardo, lobo, hiena…) considerados habitantes exóticos de las regiones exteriores.

En todo caso, y según lo escrito, parecen referirse a territorios de carácter mítico relacionados con la Epopeya de Gilgamesh y, más en concreto, con el personaje Ut-Napishtim, al que el dios Enki encomienda la construcción de un barco gigante para prevenirse de un gran diluvio. Este mito es un claro antecedente del relato narrado, de forma muy similar, en el Génesis con Noe como protagonista; aunque la versión bíblica es muy posterior, nada menos que unos mil años más tarde.

En definitiva, a pesar de denotar un cierto conocimiento de realidades lejanas, no aparece Europa por ningún lado. Y, por otra parte, se observa que estamos ante la manifestación de una cartografía en la que se da una mezcla de realidades físicas con espirituales. Tanto este mapa como los medievales europeos son el resultado de una Geografía religiosa y responden a la necesidad humana de trasladar al mundo visible lo invisible, de representar lo imaginario anclado a lo terrestre.

JES JIMÉNEZ