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Pepe Cantillo | Vidas destrozadas

La violencia por desavenencias dentro de una pareja se da con mucha frecuencia. Uno de los casos más vergonzantes e inhumanos es utilizar a los hijos como arma arrojadiza para dañar al otro (él o ella), incluso aniquilándolos, como los tres casos recientes que aun nos amargan el día a día. El caso de Anna y Olivia, asesinadas por el padre, está aún caliente y sin terminar de resolver.


Más. Una madre mata a su hija de cuatro años para así dañar al padre que no quería volver con ella. Un caso sonado por su crueldad acaece en Córdoba en 2011. José Bretón quema a sus dos hijos de 2 y 6 años. La finalidad de tan macabro hecho es dañar a la madre. Por desgracia, hay más casos.

Este tipo de comportamiento ya está recogido en la mitología griega. Para hacer referencia al calado de dicho problema recurro al Síndrome de Medea, mediante el que queda claro que uno de los progenitores no tiene problema en matar a sus hijos si con ello consigue dañar a la pareja.

Dicho síndrome refleja la brutalidad que puede llevar a cabo el padre o la madre para vengarse de su expareja. En el relato mítico será la madre quien mate a los hijos de ambos. Las líneas que ofrezco a continuación son una breve síntesis sacada del libro Mitología griega y romana, de J. Humbert (Edt. Gustavo Gil).

Medea se enamora de Jasón y le ayuda a robar el vellocino de oro propiedad de Eates, padre de Medea. Resulta difícil llegar hasta el tesoro porque está custodiado por unos feroces animales. Medea se ha enamorado de Jasón y, para ganárselo, se ofrece a neutralizar al dragón y dominar a los toros protectores del tesoro. A cambio, le dice: “me jurarás amor y felicidad y serás mi esposo”. Jasón acepta la propuesta.

Durante un tiempo fueron felices pero “no comieron perdices”, pues Jasón repudia a Medea y se casa con Glauca, hija de Creonte. La venganza no tarda en llegar por parte de Medea, que destruye el palacio con la nueva esposa dentro. Tiempo después matará a los dos hijos habidos con Jasón. Con anterioridad había descuartizado a su hermano porque se opone al robo del vellocino.

A partir de entonces, la tristeza y la melancolía arrastran a Jasón a la muerte. Medea no corrió mejor suerte y, poco a poco, se irá consumiendo. Matar a los hijos de ambos fue el fatal golpe que Medea infringe a Jasón en venganza por su infidelidad y abandono.

Volvamos al caso de Anna y Olivia. La investigación confirma, desgraciadamente, el fallecimiento de la niña mayor. Hay indicios de que la pequeña corrió la misma suerte. Incluso se piensa que el padre se ha quitado de en medio. Parece ser que el padre ya había avisado a la madre que no volvería a ver ni a sus hijas ni a él. Ya sé que esa es la creencia general pero la duda de su muerte revolotea en el aire.

El pasado lunes 14 de junio aparecía en prensa una carta de agradecimiento de la madre de Anna y Olivia por los apoyos recibidos. Dice: “Quería que sufriera de por vida buscándolas sin descanso”. Efectivamente, es lo que sugiere todo el montaje del padre. Es más, aun persiste en el aire, eso creo, la duda de si se ha suicidado o está perdido por cualquier rincón de este mundo.

Para quien tenga algo de más interés sobre el tema, adjunto enlace de la carta mandada por la madre de Anna y Olivia. En este caso, la referencia es de la web del diario 20 Minutos porque permite entrar en la noticia de manera gratuita. En otros digitales es imposible el acceso si no pagas.

La separación de parejas está hoy a la orden del día. Se habla ya de algunos cientos de miles de casos anuales. Podemos pensar que la unión y la formación de familias se produce por un enamoramiento sin sopesar lo que conlleva formar una familia y convivir con la pareja teniendo cada uno su espacio y los dos un espacio común.

¿El personal se separa con mucha facilidad, casi con frivolidad? ¿No nos aguantamos? ¿Ha desaparecido la capacidad de entenderse con el otro en el día a día? ¿Simplemente se agotó el amor, palabra que lo dice todo y no dice nada? Pues tiramos por el camino más fácil, que no lo es.

España es el segundo país de la Unión Europea con más separaciones. Dichas disoluciones pueden llevarse a cabo de mutuo acuerdo o por el juzgado. El llamado “divorcio exprés” es un tipo de separación “a las buenas”. El otro modelo pasa por el juzgado con el arbitraje de juez y abogados. Tarda más tiempo, puesto que hay que pleitear (a malas) y, que no nos quepa la menor duda, dicho modelo judicial hace más daño tanto a adultos como a la prole, sean ellos adolescentes o infantiles.
Seguir a toda costa una situación vivencial deteriorada, agresiva, opresora, de continuo enfrentamiento, tampoco es bueno para nadie. El “hasta que la muerte nos separe” dejó de valer y, por tanto, no está vigente. Las cosas no salieron tal como esperábamos, no nos entendemos, lo hemos intentado, pero… Más vale separarse que machacarse día tras día con enfrentamientos humillantes para ambos y malestar para los hijos.

Es importante saber y tener en cuenta que una familia llena de conflictos es mucho más perjudicial que la misma separación y que contar con la presencia del padre y la madre en el hogar no garantiza la felicidad o el desarrollo óptimo de sus miembros en dichas circunstancias de guerra psicológica y muchas veces física. Maltrato conyugal.

Posiblemente pensemos que es muy fácil emitir juicios de valor sobre este asunto. La casuística es tan amplia como parejas hay. Sin pretender agotar el tema ni menospreciar a los adultos implicados, me centraré en los desperfectos colaterales ocasionados a los hijos, si los hay. En este caso, había dos niñas encantadoras, Lamentablemente son las grandes perdedoras en esta ominosa contienda, porque eran las más frágiles y estaban indefensas.

Una separación conlleva, por su propia esencia, una dosis de hostilidad entre los padres. Si la hostilidad persiste después del divorcio, es difícil que no afecte a la convivencia de los hijos. Si la discordia se traslada a los hijos, intentando que tomen partido o que vean a la otra persona como un ser con muchos defectos, están haciéndoles un flaco favor.

Parto del hecho cierto que hay exmaridos y exesposas, pero no debe haber expadres, salvo por desgracia, cuando la muerte está por medio. En el sonado caso de Tenerife nos topamos con un monstruo capaz de asesinar (“matar” suena a poco) a dos inocentes niñas para martirizar a la madre. No olvidemos que también son sus hijas.
La maldad, por parte del padre, brota como un veneno cruel. Nos enfrentamos a un crimen repugnante. El padre opta por matar a las hijas para que la madre sufra y, en lo que le quede de vida, se sienta culpable de dichas muertes.

La muerte de las niñas tinerfeñas, amén de ser un crimen, representa toda la venganza y maldad del padre contra la exmujer. En una separación y, de cara a los hijos, es básico tener en cuenta y claro algunos aspectos. Los hijos nunca, nunca, deberían ser moneda de cambio.

Razones para separarse puede haber muchas. Infidelidad de uno o de los dos miembros de la pareja. Celos de uno de ellos con o sin fundamento puede ser otro motivo y causa para separarse. Que dicha separación sea la mejor opción para ambos vale como una alternativa a frustraciones, peleas y enfrentamientos cotidianos.

¿Quién es capaz de matar a sus hijos? La psicología puede que nos dé explicaciones de la mente retorcida y malvada de este tipo de asesinos. Pero sigo haciéndome la misma pregunta, primero como padre y después como abuelo. Una noticia reciente nos dice que en España hay más de 355 niños protegidos por la autoridad porque sus vidas corren peligro por parte de uno de sus progenitores. Tremendo.

PEPE CANTILLO