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Pepe Cantillo | Síndrome del pavo real

Si en la entrega anterior me ponía trascendental con el tema del diálogo, necesario pero difícil de ejecutar y más difícil de digerir, en esta ocasión quiero frivolizar un poco con asuntos menos teóricos, algo más amenos y seguro que interesantes. Supongo que han tenido la ocasión de admirar el majestuoso porte del pavo real cuando despliega todo su plumaje. Es una de las aves voladoras más grandes, vive un promedio de 20 años y llega a pesar de 4 a 6 kilos. Las hembras son más pequeñas y menos vistosas pero no por eso menos importantes.



Cuando abre la cola en abanico aparece toda una preciosa y ostentosa gama de colores. Se está pavoneando al hacer alarde de sus dotes. Este ritual es previo al apareo, por eso “hace el pavo” delante de la hembra, que será la que escoja con cuál aparearse.

Según los entendidos, parece ser que las hembras se decantan por el pavo de cola más vistosa en color y tamaño. Desafío que tiene el animal a pesar de su lucimiento. El video que puede verse más abajo da una idea de lo hermosa que es esta ave

Existen varias expresiones relacionadas con los pavos. De los adolescentes decimos que están en la “edad del pavo” por su atolondramiento, cambios de carácter y a veces malos modales. La expresión “no es moco de pavo” hace referencia a que algo tiene más valor de lo que parece. Si alguien se ruboriza decimos que “le ha subido el pavo”.

Decir de una mujer que “come pavo” se refiere a que se ha quedado sin bailar porque nadie le ha invitado a ello. “Pelar la pava” hasta hace poco, era expresión muy corriente en nuestro entorno. Si decimos de alguien que es “un pavo” a secas nos referimos a una persona sosa, “atontoliná”.

Pasemos al tema de estas líneas que no es otro que el intento de describir algunos rasgos del síndrome del pavo real humano. Aunque el pavo humano suele dárselas de guaperas, que no siempre tiene por qué serlo, sí es verdad que mantiene y quiere tener siempre en su entorno toda una cohorte de gente dispuesta a alabarle. A veces habría que decir para que le laven, pero esto es otro caminito que se separa de estas líneas.

La diferencia con la llamada edad del pavo radica en que ésta es pasajera mientras que la persona que tiene el síndrome del pavo real lo arrastra para siempre, porque no solo es un engreído sino que, además, reclama constantemente la pleitesía de los demás, ya que está tan pagado de sí mismo que se siente muy superior al resto de mortales.

Tanto el pavo real animal como el humano se las dan de Don Juan. En el caso del humano éste se come con la mirada cualquier figura femenina que se ponga a tiro. En un alarde de pavoneo, luce una sonrisa envolvente junto con sus dotes seductoras, como si fuera una hermosa cola para encantar a la posible presa.

Pero tiene un agujero negro en su personalidad y es que suele ser celoso, posesivo hasta el punto de subyugar y anular a su pareja. Dichos celos le amargan el vivir diario y se contraría a la menor de cambio. El tema de los celos da cancha para explicaciones que no son de este momento.

Los machos de pavo real son polígamos, detalle este que subyace en el espíritu del pavo humano, aunque las circunstancias no le permitan dicha poligamia. Se come con la vista a cualquier mujer, incluso la de los amigos. Ojito con mirar, aunque sea de perfil, porque la suya se molestará al instante. Y digo “suya” porque es posesivo a más no poder. Ya nos podemos imaginar que, por lo general, llevan todas las cartas para ser machistas empedernidos, lo que no quiere decir que sean violentos.

El pavo real humano es fatuo, presuntuoso, engreído, vanidoso. Él es el mejor de los mejores. Su profesión es la mejor del mundo. Todos le deben reverencia. Aunque sea un pelanas se considera todo un as. Vamos, lo que en términos coloquiales solemos calificar de fantasmón. Aquí podríamos decir que el sabio es humilde, el necio prepotente.



Recuerdo a los lectores que el término “as” originariamente era un insulto, una ofensa. Hasta principios del siglo pasado calificar a alguien de ser un “as” era llamarle "borrico", lo que nos conduce a necio, memo, lerdo… Este tipo de insulto cuadra bastante con el pavo real humano en un sentido amplio del término y de su personalidad.

Los pavos reales suelen ser irritables y no se relacionan bien con otras aves; tampoco los pavos humanos son de fácil convivencia, sobre todo si se les contraría. Si han de pasar a un segundo plano, su complejo de superioridad no lo permite. Es posible que para evitar competencia y supuestos incompetentes, según su criterio.

Su actitud displicente hace que se marche con gesto altanero. Dicho desplante me trae a la memoria la fabula de la zorra y las uvas que, al no poderlas alcanzar, farfullará que aún no están maduras (las uvas).

Sentirse por encima del resto de mortales, sean cuales sean las razones, es muy propio del pavo real humano que necesita ser centro de miradas, merecedor de atenciones. Se consideran tan superiores que idealizan su persona hasta el punto de despreciar al resto de individuos a los cuales miran por encima del hombro. Digamos que sobrevuela sobre el resto de vivientes.

Tiene un serio ramalazo de egolatría por lo que todo lo reduce a “primero yo, segundo yo y siempre yo”. Los demás, que se las apañen. Si dicho dominio es soportado por los otros voluntariamente, digamos que ¡aquí paz y después gloria! En caso contrario, es un martirio el que sufren quienes compartan mesa y mantel con él. Digo "él" porque la pose que adopta es más propia del macho.

Unas breves notas sobre la persona ególatra. Se caracteriza por una sobredosis de autoadmiración hasta el punto de llegar a tan altas cotas de veneración sobre sí mismo que pueden ser patológicas. El ególatra, al considerarse un ser superior, no necesita abuela de lo mucho que se adora.

El exceso de autoamor le impide mantener relaciones sociales duraderas, dado que muestra un marcado desprecio a los demás, razón suficiente para que éstos tampoco lo soporten, salvo dependencia por diversas causas. Su círculo de amigos es ocasional y reducido, por no decir nulo.

Su personalidad narcisista solo consigue que los demás se alejen de él por desgaste emocional. Siempre se rodeará de personas sumisas, serviciales a las que podrá usar y/o abusar sin dificultad, si se lo permiten. Alardea de lo que tiene o de lo que le regalan por su cara bonita. Carece de empatía por lo que no le importan los demás a los que no duda en utilizar como medio para conseguir sus objetivos, sean éstos cuales sean. Vamos, toda una joya.

En fin, que pavo real y generosidad están reñidos. La humildad no es una virtud sino un claro síntoma de debilidad, dicen. Vanidad lleva a soberbia, a arrogancia. ¿Complejo de superioridad o de inferioridad? Posiblemente sea una suma de ambos.

Para convivir medianamente bien hay que aprender a ponerse en el lugar del otro (en la piel del otro) lo que posibilita que seamos capaces de comprenderlo, aceptarlo y llegar a tolerarlo. Lo dicho anteriormente bien podría ser la gran puerta para la empatía como valor de enlace para conectarnos con los sentimientos ajenos.

Pero ¿sólo sintonizamos cuando nos interesa? Vuelvo a remachar el diálogo como valor que nos humaniza y permite intercambiar ideas, si admitimos que la convivencia sana nos enriquece a la par que nos prepara para la comprensión de los otros.

PEPE CANTILLO
FOTOGRAFÍA: DAVID CANTILLO