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Miguel Ángel Moratinos | Golpe de Estado en Turquía

Turquía ha vivido un intento de golpe militar que me trajo a la memoria la famosa declaración del secretario de Estado norteamericano Alexander Haig, con ocasión del frustrado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981: es un «asunto interno». La manifestación del representante norteamericano cayó como una losa sobre el pensar y el sentir de la opinión pública española, en un momento en el que el Rey Juan Carlos y los demócratas españoles estábamos empeñados en defender y hacer valer nuestra joven democracia.



En esta ocasión no ha habido un pronunciamiento similar por parte de ninguna cancillería occidental pero sí han sobrevolado dudas y reticencias a la hora de condenar rotundamente el intento fallido de golpe de Estado en Turquía; salvo las acertadas y valientes declaraciones de la Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini, que ha pedido desde el inicio de los acontecimientos «moderación y respeto a las instituciones democráticas de Turquía». Y el claro apoyo del presidente Obama al Gobierno legítimo turco en mitad de la noche.

Las cancillerías europeas y las organizaciones internacionales han mostrado una extraña tibieza, y una actitud sumamente pusilánime. Un golpe de Estado en Turquía no es y no puede ser nunca una «cuestión interna» para Occidente y sobre todo para Europa. ¿Cómo podemos ignorar su «status» formal de país candidato a la UE? ¿Cómo no se condena enérgicamente un golpe militar antidemocrático?

No se han escuchado voces ni se han leído declaraciones en los países europeos que «condenen» rotundamente el ruido de sables, como así lo han hecho todos los partidos de la oposición turca sin excepción. ¿Cómo la OTAN, que se presenta como el valedor de los principios y valores democráticos, no reaccionó con un comunicado de mínimos de inmediato y se limitó a señalar que se «siguen los acontecimientos de cerca y con preocupación», en la línea con lo que mantuvo el secretario general de Naciones Unidas, Ban ki Moon? ¿Cómo la Europa de los valores democráticos puede mantener un sospecho silencio en momentos decisivos cuando la balanza puede inclinarse a favor o en contra de la democracia?

Todo indica que las cosas vuelven a su sitio y que «el golpe» fracasó por la reacción patriótica y democrática de la población turca. A partir de ahora, los europeos deberíamos hacer autocrítica y, de manera clara, definir cuál es la posición real sobre el futuro de Turquía en la UE.

Las dudas, las largas esperas de una noche dramática y angustiosa demuestran cómo afloran los miedos atávicos sobre Turquía en la psicología colectiva europea. Resurgen los fantasmas sobre la incorporación a la UE de un país islámico, mientras asistimos perplejos a una progresiva ruptura entre Oriente y Occidente donde, desgraciadamente, toda representación del mundo musulmán e islámico se incluye en los estereotipos del rechazo y la exclusión.

Mi opinión ha sido siempre opuesta a estos lugares comunes divulgados por políticos poco responsables y medios de comunicación amarillistas, y los acontecimientos han demostrado la victoria de los demócratas. Hoy más que nunca Europa necesita una Turquía europea, democrática, fuerte y dinámica para defender adecuadamente los intereses globales presentes y futuros de una UE que quiere influir en el mundo.

Los acontecimientos del fallido golpe de Estado en Turquía deben estimular la negociación para su entrada en la UE. Y garantizar definitivamente su anclaje y presencia en las instituciones democráticas europeas para abandonar «sine die» el estereotipo del «hombre enfermo de Europa».

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS