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Rafael Soto | Carta a la izquierda aristocrática

Estimados miembros de la izquierda aristocrática:

Soy consciente de que son días difíciles para vosotros. Sin embargo, ahora que os han mandado “al rincón de pensar” –palabrita de Teresa–, es momento de que reflexionéis y hagáis autocrítica. Habéis perdido el Sur, no perdáis el Norte: los ciudadanos buscan buenos gestores, no luchas épicas contra fascismos o comunismos, ni salvadores de la Patria. Volved a la sensatez de la centralidad.


Como bien sabéis, ‘aristocracia’ viene del griego ‘ἀριστοκρατία’ y significa algo así como ‘gobierno de los mejores’. Porque ese es parte del problema: desde vuestra torre de marfil, consideráis que debéis pensar, actuar y gobernar sobre los ‘peores’. Y ahí os perdéis.

Copa de vino en mano, a algunos miembros (y miembras, miembres, miembris o miembrus) de vuestra aristocracia les place dirimirse en discusiones bizantinas. Revolucionarios de salón. El peor delito para vosotros: hacer el juego a la derechona. Porque los trapos sucios se debaten en casa entre copa y copa.

Después estáis los de esa izquierda populista, que no popular, que se enorgullece de estar escorada hacia el extremo. Compartís el mismo afán ilustrado de los primeros –todo por el pueblo, sin el pueblo–, y os dividís en las mismas camarillas.

Sin embargo, preferís sustituir la copa de vino por la litrona, y os gusta haceros ver entre el vulgo al que decís pertenecer. O somos de los vuestros, o somos de los otros: fachas o herejes que le hacen el juego a la derechona... Pregúntenle a Errejón y a Teresa Rodríguez, de los pocos que aún conservan cierta dignidad entre vosotros.

Os confieso que no sé qué fue de aquella izquierda que ilusionó a la España de la Transición y que gobernó Andalucía casi cuarenta años, hasta el punto de convertirse en una caricatura de sí misma. Tampoco de aquella alternativa que salió del 15M y que tanto me ilusionó en su día. Esta no es nuestra izquierda.

La culpa es siempre de otro: la herencia recibida, Susana Díaz, la pandemia, Franco, la “guerra de Putin”, Ayuso, los medios de comunicación, la derechona, Europa, Argelia… Ya no sabéis qué hacer o qué decir por no aceptar que el sanchismo ha sido veneno en la izquierda española. Y en Andalucía se ha visto mejor que en ningún otro sitio.

Ya que no sois capaces de llegar a esa conclusión por vosotros mismos, os digo que me parece una indecencia debatir sobre el sexo de los ángeles mientras que la gasolina supera los dos euros por litro, la inflación está desbocada, la electricidad se convierte en un lujo y se manipulan las estadísticas para que una reforma laboral estética parezca buena.

Hace tiempo que los espacios culturales dejaron de ser lugares de debate para convertirse en áreas de recreación ideológica. El auténtico debate en la izquierda hace tiempo que está muerto porque nadie se atreve a que lo clasifiquen de ‘facha’ o ‘hereje’.

Defender la igualdad no es defender que unos sean más iguales que otros. La igualdad es justicia social entre ciudadanos, sin depender de cómo te sientas, lo que te cuelgue o no entre las piernas o el terruño en el que hayas nacido.

Los feminismos y los debates sobre identidad y género son necesarios y deben ser plurales. Sin embargo, son cuestiones ideológicas que deben salpimentar una propuesta económica progresista. No hay justicia social posible sin una economía saneada.

Los impuestos son necesarios para el mantenimiento del Estado del Bienestar. Sin embargo, no sé qué tiene que ver con el bienestar el hecho de que cada vez que hay que aprobar una medida de calado, a los ciudadanos nos cuesta un nuevo concepto presupuestario en favor de los supremacistas que denominan a los andaluces ‘basura blanca’, ‘paletos’ y ‘vagos’.

Una población formada –tanto en contenidos como en pensamiento crítico– es una población que se enriquece y que enriquece. Una población sana vive más años, trabaja más, paga más impuestos. La educación y la salud son inversiones de futuro, no gastos.

La política económica de los partidos progresistas no puede reducirse a aumentar el ‘gasto’ público y subirle los impuestos a los ‘ricos’, malos, malísimos. El hecho es que al sector primario no le compensa producir, ni al transportista transportar. La realidad es siempre más compleja.

En el equilibrio entre inversión y recaudación se sustenta el Estado del Bienestar, y no en el gasto electoralista según cómo sople el viento. Mientras escribo estas líneas, vuestro Kennedy español anuncia nuevas medidas económicas. Ahora. Y todas inútiles, porque no son parte de un plan, sino parches temporales pagados con dinero ajeno.

Los andaluces os han demostrado que no son amigos de autoritarismos. Vox, el sanchismo y los andalucismos perdidos –no por andalucistas, sino por su mal enfoque– se han ido ‘al carrer’.

Sí, lo sé. Somos demasiado lerdos como para deciros lo que tenéis que hacer. ¿Cómo nos atrevemos a deciros lo que tenéis que hacer? No estamos a vuestra altura intelectual y, por eso, el populacho no elige a los vuestros. Manipulados todos…

Sin embargo, tendréis que admitirme una cosa. Por muy guapo que Pedrito salga en las fotos, y por muy inclusivos que sea vuestro uso del idioma, no tenéis un plan de futuro ni para España ni para Andalucía.

Si queremos que la izquierda vuelva a tener la fuerza de antaño, necesitamos un plan económico progresista, realista y libre de medidas electoralistas. El corto plazo debe dejarse a un lado en favor de medidas con impacto en el futuro. Las discusiones bizantinas deben dejarse al margen para centrarnos en lo que nos une: la lucha contra la injusticia social.

Con la certeza de que mis palabras caerán en saco roto, os mando un cálido saludo en momentos tan inciertos.

Atentamente,

RAFAEL SOTO