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Gonzalo Pérez Ponferrada | Lolita

Estaba recostado en mi cama y me encontraba en ese trance en el que no sabes si estás dormido. A mi lado se encontraba una hermosa mujer de unos treinta años de edad. Era una joven que no conocía. Tenía largas piernas y estaba desnuda. Sentía su voluptuosidad porque su cuerpo rozaba mis manos y su cercanía me regalaba el olor de sus pechos. Estaba dormida. Soñaba. Cantaba y llamaba a un hombre.



—¿Humber? ¿Humber? ¿Dónde estás?

—¿Quién eres? –le pregunté.

—Me llamo Lolita.

—¿Qué haces aquí en mi cama?

—Soñando contigo –me contestó.

—¿Eres Lolita, el personaje de Nabokov? Pero Lolita tenía trece años. Era una adolescente, y tú eres una mujer madura.

—Sí, así es. Ahora soy Dolores Haze, una mujer más, de las miles que pueblan la tierra en los sueños de centenares de hombres. El tiempo también pasa para mí, Humbert.

—¿Y dónde está tu hombre? –le pregunté.

—Eres tú, Humbert.

—Yo no soy Humbert –le dije–. Yo soy de verdad; Humbert fue tu amante en una historia inventada, yo no vivo en una novela. Fue Vladimir Nabokov quien te hizo a ti y a Humbert. Quizá fuera Nabokov tu amante, pero yo jamás lo fui.

—Tú no sabes lo que es cierto y lo que es verdad, Humbert. Dime, ¿dónde está la verdad? Yo solo quiero ser feliz a tu lado y nada más. Quiero contemplarte por las mañanas al despertar y cuando cierre los ojos por la noche, verte en mi última imagen.

—Pero eso no es posible Lolita: tú no estás aquí y yo sí. Tú eres la fantasía de un escritor, una invención.

—Acaríciame, Humbert. Estoy cerca, a tu lado. Siente mi piel fresca, vive conmigo en la eternidad. La novela de Nabokov ha crecido y se ha hecho mayor de edad, en tu librería. Ahora soy real y estoy aquí, contigo, en tu cama. Tengo 30 años, ya soy mayor. La Lolita adulta te sigue amando.

—Humbert está muerto –le dije– y tú también. Vuelve a tu libro y abandona mi cama.

—No, Humbert, estoy viva. Estos senos son muy reales. Ven, acércate. Entra en mí, hazme real, ya soy una mujer, necesito ser una mujer, ayúdame, sácame de este libro.

—No puedo, Lolita. Ahora yo también estoy en tu novela y ya no podré despertar jamás.

GONZALO PÉREZ PONFERRADA