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El conflicto social se alarga

Desde que estallaran las primeras manifestaciones serias el pasado 12 de febrero, Venezuela sufre un conflicto interno lento y con pocas probabilidades de ser resuelto por vías pacíficas. Empieza a eternizarse, con importantes pérdidas en ambos bandos, sin que nadie esté tampoco dispuesto o preparado para dar un golpe definitivo.

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Hasta ahora, el presidente Nicolás Maduro ha hecho uso de su autoridad institucional y de unos medios de comunicación leales para mantener el apoyo de los suyos. Sin embargo, esos argumentos han demostrado ser insuficientes ante las noticias cada vez más frecuentes de muertes por acciones represoras y de actos de tortura.

Tanto es así que, ante las acusaciones de haber provocado la muerte de alrededor de una treintena de personas y la tortura de otros muchos, la posición oficialista ha empezado a esgrimir el argumento del ‘tú más’. Un argumento muy endeble para un buen número de indecisos y para el sector chavista no radical, que lleva tiempo preguntándose si Maduro merece residir en el Palacio de Miraflores, residencia del presidente de la República.

Una situación que no puede cambiar de la noche a la mañana a favor del Gobierno. Maduro sabe que no puede golpear con demasiada contundencia, so pena de provocar un conflicto civil y el rechazo de sus aliados internacionales. Por ahora, ha creado una comisión controlada por los chavistas, denominada ‘Comisión de la Verdad’, que tiene como finalidad esclarecer los hechos.

Por su parte, la oposición tampoco parece ser capaz de dar un golpe definitivo. El Gobierno actualmente está descabezando a algunos de sus principales líderes, como Leopoldo López, que en 2002 apoyó el golpe de estado contra Hugo Chávez y que actualmente está en prisión; Daniel Ceballos, alcalde de San Cristóbal, una de las capitales de estado más activas en las protestas; o Corina Machado, parlamentaria a la que acaban de destituir de su cargo, acabando así con su inmunidad.

Sin embargo, mientras esto ocurre, la oposición sigue dividida entre moderados y extremistas, y son incapaces de ponerse de acuerdo en una estrategia común, manteniendo por ahora, principalmente, la táctica de las guarimbas.

Las guarimbas son lugares de refugio que son utilizados durante las manifestaciones. La idea es colocar barricadas justo enfrente de la propia casa o refugio, en las calles, incendiando objetos o interponiendo algún elemento que logre obstaculizar el libre tránsito de vehículos y, por ende, cualquier actividad.

En cuanto se detectan señales de peligro para los manifestantes, sólo tienen que entrar en sus viviendas o refugios, que serían en este caso las guarimbas, para salir luego a reforzar las barricadas. Evidentemente, no es la única táctica de los opositores, pero sí es la más eficiente y usada en el territorio venezolano. Una estrategia de desgaste que favorece más a la oposición que al Gobierno en el medio y largo plazo, pero que corre el peligro de desanimar a los ciudadanos más moderados en el corto plazo.

Por tanto, el Gobierno está perdiendo credibilidad y el control sobre algunos territorios nacionales (ciudades como San Cristóbal, Valencia, Mérida...) en este conflicto, mientras que la oposición pierde poder político en las instituciones, soporta numerosas pérdidas y se divide cada vez con más claridad.

También el colectivo periodístico venezolano no leal al Gobierno está sufriendo las consecuencias de este lento conflicto. Varios medios ya se han hecho eco de las presiones institucionales, del allanamiento de viviendas de periodistas o de las dificultades impuestas por las Fuerzas de Seguridad del Estado para llevar a cabo sus labores, como es el caso de El Universal o Últimas Noticias.

De acuerdo con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa de Venezuela (SNTP), han sido agredidos 108 profesionales desde que empezaron las protestas, si bien aclara que en las agresiones han participado ambos bandos.

Mientras, la comunidad internacional mantiene una posición más o menos moderada. Prácticamente, los principales actores son los más vinculados con Latinoamérica, ante la preocupación del resto del mundo por la anexión de Crimea a Rusia y otras circunstancias relevantes.

Cuba ha sido acusada de convertir el Gobierno de Maduro en un gobierno títere, mientras que Argentina, país clave desde una perspectiva geoestratégica, ha logrado evitar o suavizar posibles sanciones o debates en distintas organizaciones suramericanas, junto a los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

Venezuela sigue esperando el cambio, sea el prometido por los bolivarianos o por los opositores. Pero todo parece apuntar a que el conflicto se prolongará en el tiempo.

RAFAEL SOTO
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